Adelheid Maria Bruhn nació en Roskilde, el 1 de diciembre de 1910. Desde la infancia sintió curiosidad por la arqueología . Estudió en la Escuela de Roskilde, donde ya empezó a mostrar su vocación. Sufrió la incomprensión de sus profesoras y compañeras de colegio que no podían comprender como una niña podía tener interés por algo tan “espantoso” como los esqueletos.
A pesar de este rechazo, el padre de Ada era una persona con muchas inquietudes sobre la antigua historia de los pueblos nórdicos y las civilizaciones de los antiguos egipcios, griegos y romanos que compartía con su familia. Todo esto, alentaba el amor de Ada por la historia y siguió firme en su vocación de arqueóloga.
Sus años universitarios no fueron fáciles para ella, especialmente al principio, hasta que consiguió adaptarse.
Ada admiraba las clases del catedrático Friis Johansen, que la proporcionaron las bases del conocimiento de la cultura clásica y la metodología de trabajo que después le resultarían de gran ayuda en su carrera como especialista de armas antiguas.
Compatibilizó sus estudios con el trabajo en la gliptoteca, donde contó con el apoyo de Frederik Poulsens que le ayudó a comprender y afianzar sus conocimientos. Al poco tiempo tuvo la suerte de realizar un viaje de estudios a Inglaterra donde conoció el Museo Británico y los Museos Arqueológicos de Oxford.
Después de graduarse siguió trabajando en la gliptoteca. Consiguió una beca de la Fundación Calsberg que le permitió viajar a Italia, al Instituto de Arqueología de Suecia
Su futuro profesional como arqueóloga era complicado en un país tan pequeño, pero tuvo un golpe de suerte, como la propia Ada reconoce, cuando el Tohjusmuseet (Museo de la Armería Real de Copenhague), decide contratarla como asistente lo que supuso el salto al estudio de las armas antiguas.
En el museo, su jefe el capitán Johan Stockel confió plenamente en su capacidad sin mostrar prejuicios por el hecho de ser una mujer en un entorno propio de hombres. Ada tuvo que esforzarse y aprender sobre la historia de las armas y sorpresivamente para ella, descubrió otros aspectos relacionados con la técnica, la artesanía, la moda, que van más allá del sentido bélico.
Su trabajo le permitió seguir haciendo viajes y conocer otros museos norteamericanos y europeos que ampliaron su formación.
El capitán Stockel, según nos cuenta Ada, le dijo una vez: “Si alguien llega para pedir su mano, usted tiene que responder: no gracias, yo estoy casada con el Tohjusmuseet”, pero ella no cedió ante su maestro y jefe y no renunció ni a su trabajo ni a su vida personal.
Se casó en 1951 con Erling Ferdinand Hoffmeyer, filólogo y bibliotecario con grandes inquietudes intelectuales e interés por la historia.
Después de pasar una delicada etapa personal por problemas de salud y diferencias con la dirección del Tøjhusmuseet dejó su puesto como conservadora en el museo.
El Instituto se trasladó en 1962 a España y se vinculó al CSIC, estableciendo su sede en la localidad cacereña de Jaraíz de la Vera, donde Ada y Erling vivieron y desarrollaron su labor profesional convirtiéndose en un referente para los estudiosos de la especialidad.
Las últimas palabras de su autobiografía nos demuestran su fortaleza y voluntad para continuar el camino que el destino había trazado para ella: