Manuel Gómez-Moreno, responsable de la sección de Arqueología del Centro de Estudios Históricos entre 1911 y 1934, fue figura clave en uno de los eventos más ambiciosos de los celebrados en la muestra Internacional de Barcelona de 1929: la exposición de Arte Español, instalada en el llamado Palacio Nacional. Allí pudieron contemplarse cerca de 5000 piezas artísticas, arqueológicas y documentales procedentes de toda España y que cubrían cerca de 2000 años de historia, desde tiempos prerromanos hasta los Reyes Católicos. Nunca antes, ni después, se pudieron contemplar tantos tesoros históricos reunidos en un mismo espacio.
No está claro cuándo Gómez-Moreno empieza a implicarse en la Exposición de Barcelona, un proyecto de complicada andadura desde que dio sus primeros pasos en 1905.
Su hija María Elena cuenta que todo empezó en un viaje a Cataluña que su padre realizó en 1920 con el objetivo, entre otras cosas, de conocer de primera mano el Institut d´ Estudis Catalans, un órgano de investigación semejante en sus métodos al Centro de Estudios Históricos de Madrid.
Durante su estancia visita las obras de la exposición, en esos momentos bajo la dirección del arquitecto Josep Puig i Cadafalch, antiguo conocido de don Manuel y también director del Institut.
-Josep Puig i Cadafalch (JPC): Bon día don Manuel. En primer lugar, mi enhorabuena por su libro Iglesias Mozárabes, publicado hace unos meses. Ya tenemos un ejemplar en la biblioteca del Institut.
-Manuel Gómez-Moreno (MGM): gracias, gracias, amigo. Lo cierto es que la labor que realizan en el Institut me sirve de acicate y modelo para nuestro Centro de Estudios Históricos ¡No vamos a ser menos en Madrid! Bromas aparte, estoy deseando conocer que se traen entre manos de cara a la exposición.
-JPC: en este punto elevado de Montjuïc se levantará el llamado Palacio de Arte Antiguo. Antes iba a ir aquí el Palacio de Luz, dedicado a la electricidad. Ya sabe, en principio la exposición se iba a centrar, fundamentalmente, en la industria y la electricidad pero, desde hace algún tiempo, hemos querido incorporar el arte y la cultura.
-MGM: muy bien, lo celebro. Miramos deslumbrados hacia un luminoso futuro mientras dejamos en la oscuridad nuestro pasado.
-JPC: La idea es usar este Palacio de Arte Antiguo para hacer una gran exposición ordenada de la historia del arte en España en todos sus complejos periodos y en toda su área de expansión.
-MGM: magnífica idea, sin duda, pero sospecho que será ardua la tarea. Pienso en la multitud de obras que sería necesario reunir.
-JPC: Está cargado de razón don Manuel. Ojalá que en esta empresa contáramos con alguien como usted, un gran conocedor de nuestra historia artística y arqueológica y, por qué no decirlo, bien considerado en la villa y corte…
No sabemos de qué forma, en esos momentos, Gómez-Moreno se sumaría al proyecto impulsado por la comisión organizadora vigente a inicios de los años 20. Lo único cierto es que transcurrirán varios años antes de que volvamos a ver al granadino en relación con la exposición barcelonesa. En ese tiempo han cambiado bastante las cosas.
En septiembre de 1923 Primo de Rivera instaura un Directorio Militar. Con la dictadura tienen lugar profundos cambios en la organización y desarrollo de la Exposición. Para empezar, se disuelve el comité organizador, con un Puig y Cadafalch que pondría rumbo al exilio en Francia. Aquel Palacio de Arte Antiguo que proyectó nunca se llegó a levantar. En su lugar surgió el ahora llamado Palacio Nacional, también destinado a albergar una gran exposición de arte español. El nuevo comité, bajo la presidencia del marqués de Foronda, despacha directamente con el gobierno de Madrid, que ha asumido las plenas competencias. Un ejército de comisarios, secretarios, colaboradores y conseguidores son instados a culminar un proyecto que parecía no tener fin. Se buscaba un efecto propagandístico beneficioso para un régimen sujeto a fuertes tensiones internas y enfrentado a una creciente impopularidad.
¿Dónde está don Manuel? Ahí lo tenemos, está llegando a su casa un día de febrero de 1928.
-MGM: ¡Elena, Elena!
-Elena Rodríguez Bolívar (ERB): A ver, Manuel, qué tripa se te ha roto
-MGM: Acabo de recibir el borrador de mi nombramiento para el asunto de la exposición de Barcelona.
-ERB: Me alegra que hagan las cosas como Dios manda. Que siempre te lían y terminas trabajando en balde.
-MGM: Te leo:
“…después de una serie de visitas, tanteos y proposiciones, se pudo conseguir que una personalidad, de méritos tan relevantes en todo el mundo, como el sabio catedrático de la Universidad Central de Madrid, Director de la Sección de Arqueología del Centro de Estudios Históricos, y Director así mismo, del importante Museo del Instituto Valencia de Don Juan, Dr. Don Manuel Gómez Moreno aceptara esta responsabilidad, comprometiéndose a realizar estos trabajos y a avalarlos con su indiscutible nombre…”
-ERB: ¡Aúpa! Tanta coba me escama, ¿qué es lo que te piden que hagas?
MGM: Aquí lo pone:
“…la edición del Catálogo Monumental de la Exposición Especializada “El Arte en España”, de las guías de sus salas, y del detalle y explicaciones de sus objetos. Trabajo es éste, que presenta para su realización dificultades inmensas, si se tiene en cuenta, no solo la premura del tiempo de que se dispone, sino la complejidad, número, calidad, valoración y estudio de los objetos que han de ser expuestos”
-ERB: Por lo que se ve, un regalo envenenado, pero ya que está claro que has entrado al trapo, habrá que ir pensando en preparar la maleta, y mirarte un nuevo abrigo, que el que llevas anda algo deslucido.
-MGM: No entiendo por qué han llamado “Especializada” a esta Exposición de arte. Qué majadería, sería mejor decir metódica, histórica, o cosa así.
-ERB: Venga Manuel, no seas tan guerrero. No empieces a pelearte antes de llegar allí.
A pesar de las palabras de su esposa Elena, Manuel tuvo sus más y sus menos con el Director encargado de la exposición de Arte Español, Joaquín Montaner. Sí, el mismo Montaner que años más tarde venderá al Instituto Diego Velázquez la colección de fotografías de las piezas expuestas en la muestra. Montaner era un discreto autor teatral, además de crítico literario y artístico, perteneciente a una intelectualidad de salones y plateas muy distinta a la de Gómez-Moreno, forjadora de la Junta para la Ampliación de Estudios a la que pertenecía el Centro de Estudios Históricos.
Así se refiere Gómez-Moreno a Montaner en una carta que dirige a Mariano Catambert, un colaborador, el 16 de agosto de 1929 :
“¿sabe V. en lo que está empeñado Montaner ahora por escrito y de palabra? Pues en convencerme de que ser arqueólogo es cosa despreciable, y de que él es esto y lo de más allá, y que él ha hecho tales y cuales cosas. Es un chiquillo que ha crecido demasiado y conserva su infantilismo, por eso merece que se le quiera y se le disimulen sus cosas”
Pese a la tirante relación con Montaner parece que Gómez-Moreno pudo llevar a cabo su labor sin intromisiones. Realiza un primer viaje a Barcelona, con un nuevo abrigo, que le ocupa el mes abril de 1928. Coordina un equipo encargado de buscar y reunir las piezas, que superaban las 4.000. Es una labor ardua y compleja ya que había que conseguir los permisos de los custodios (obispados, museos, particulares) y el traslado a Barcelona de los objetos desde muchos lugares de la geografía española. También se encargaron un buen número de reproducciones en escayola de elementos arquitectónicos y escultóricos y varias maquetas a escala de edificios. La confección de listas y búsqueda de objetos duró cerca de un año.
Vuelve a Barcelona en abril de 1929, dos meses antes de la inauguración, para dirigir la operación de desembalaje e instalación de las piezas, distribuidas en las 24 salas de la planta baja del Palacio Nacional. El ritmo de trabajo es frenético.
-María Elena Gómez-Moreno (MEGM): Madre ¿ha llegado carta de Barcelona?
-ERB: Sí hija, esta mañana, me la dio la señora Paca cuando pasé por la portería.
-MEGM: ¿Qué tal está padre?
-ERB: Más gruñón que de costumbre, con sus malas digestiones cuando se pone nervioso, aunque no me extraña. Trabajan sin descanso y, encima, el susto por lo del bote.
-MEGM: ¿Qué bote?
-ERB El bote de Zamora, Elenita, una magnífica pieza tallada en marfil realizada en los talleres califales de Córdoba que terminó en la catedral de Zamora. Al final solo fue el susto. Parece que un ayudante movió una vitrina de sitio sin percatarse que el bote se había quedado dentro. Una vez removida Roma con Santiago, imagina a tu padre, apareció.
-MEGM: No me extraña el berrinche
-ERB: Claro hija, ya sabes el cariño que tenemos a esa pieza. La descubrimos juntos, o más bien yo, ya que fui la primera persona que la vio y sacó de un desvencijado armario. Por aquel entonces tu padre andaba haciendo el catálogo Monumental de la provincia de Zamora. Nos habíamos casado tan solo unas semanas antes y no teníamos donde caernos muertos así que le acompañé. Y trabajé, no te creas: revelando los vidrios fotográficos, haciendo dibujos, tomando notas, pasando a limpio el texto.
A pesar de los esfuerzos algunas de las salas no estaban instaladas de forma definitiva el día de la inauguración: el 20 de mayo de 1929. Don Manuel dejó Barcelona el día anterior a fin de evitar tener que asistir y participar en los fastos y ceremonias de la apertura, un tipo de eventos que siempre trataba de eludir por considerarlos huecos y pomposos. Sin duda el bote de Zamora era excepcional, como también lo eran muchas de las piezas que se llevaron al Palacio Nacional. En él, pese al mare magnum de objetos y documentos, podemos adivinar los años de investigación y vivencias que hicieron de Gómez-Moreno una figura fundamental de nuestra historiografía.
-Ayudante (A): Don Manuel, por fin le encuentro. Ya está preparado el coche para llevarlo a la estación.
-Manuel Gómez-Moreno (MGM): Enseguida estoy. Tanto solo quería pasar un rato a solas aquí, junto a unos viejos amigos, tras siglos de discreción, más bien de anonimato, serán contemplados a partir de mañana por miles y miles de ojos.
-A: ¿Es en estas salas donde tiene más amigos?
-MGM: Más o menos. Aquí hay una parte importante de mi vida, en lo profesional y en lo humano. Está la época de mis catálogos monumentales de las provincias de Zamora y León, tiempo de estrecheces, pero también de enorme excitación ante los descubrimientos. Mire, a su izquierda están las reproducciones de las esculturas de la iglesia zamorana de San Pedro de la Nave, una destartalada parroquia en la que se escondía una joya arquitectónica de los tiempos godos. También en estas salas se encuentra la culminación del trabajo que propuse desarrollar cuando me hice cargo de la sección de arqueología del Centro de Estudios Históricos, allá por 1911.
-A: El arte mozárabe, ¿no, Don Manuel?
-MGM: en efecto, el arte mozárabe, un ciclo artístico sin nombre ni historia que, humildemente, creo haber dado a conocer y valorar. Como no nos podíamos traer a Barcelona los edificios nos hemos conformado con reproducirlos a escala en maquetas de madera: Santiago de Pañalba, Santa María de Melque, Santa María de Lebeña.
-MGM: De acuerdo muchacho, ya nos podemos marchar
La Exposición Universal de Barcelona cerró sus puertas el 15 de enero de 1930. El balance no puede decirse que fuera positivo. Se recibieron menos visitantes de los esperados, apenas tuvo proyección internacional y, lo peor, significó un desastre económico que dejó por herencia una abultada deuda. La exposición de Arte Español tampoco sería un éxito o, más bien, un referente perdurable. Se había contemplado la confección de un gran catálogo razonado e ilustrado. De hecho, Gómez-Moreno, acompañado por su hija María Elena, vuelve a Barcelona una vez clausurada la muestra para trabajar con las piezas. Sin embargo, el proyecto quedó sin culminar. La caída de la dictadura de Primo de Rivera significa el cese de los organismos responsables de la Exposición de Arte Español: el Ministerio de Instrucción Pública y su Dirección General de Bellas Artes. Lo único que se imprimió, mientras el evento se celebraba, fue un Catálogo, revisado por Gómez-Moreno, que más bien era una guía para la visita en la que se recogían datos básicos y que apenas contaba con un puñado de fotografías. Por fortuna, gracias a los miles de fotografías que Joaquín Montaner vendió al Instituto Diego Velázquez y a los documentos custodiados por el archivo podemos rescatar del olvido una exposición excepcional prácticamente olvidada.
Por orden de intervención:
Narradora: Rosa Mª Villalón Herrera
Josep Puig i Cadafalch:: Félix Sánchez Constenla
Manuel Gómez-Moreno: Fernando Arce Sainz
Elena Rodríguez Bolivar: Raquel Ibáñez González
María Elena Gómez-Moreno: Salomé Zurinaga Fernández-Toribio
Ayudante: Jon Zabala