El Centro de Estudios Históricos (1910-1939)
En la primavera de 1910 la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas promovió la creación de la primera de una serie de instituciones científicas destinadas a fomentar una cultura de la precisión en el seno de la sociedad española.
El 18 de marzo de ese año un real decreto firmado por el conde de Romanones, ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes de un gabinete liberal, fundó el Centro de Estudios Históricos con el objetivo de alentar las investigaciones científicas sobre el pasado de las sociedades constitutivas del Estado español, en una coyuntura en la que existía en los medios académicos internacionales un considerable interés por la lengua, la literatura, la historia y el arte de las sociedades hispanas.
El Centro de Estudios Históricos nació en torno a siete líneas de investigación, mayoritariamente orientadas al conocimiento de los tiempos medievales: Instituciones Sociales y Políticas de León y Castilla, Trabajos sobre Arte Medieval Español, Orígenes de la Lengua Española, Investigaciones de las Fuentes para la Historia de la Filosofía Árabe Española, Investigaciones de las Fuentes para el Estudio de las Instituciones Sociales de la España Musulmana, Metodología de la Historia y los Problemas del Derecho Civil en los Principales Países del Siglo XIX.
Al cabo de un cuarto de siglo un modesto taller concebido para impulsar el trabajo experimental de medievalistas, historiadores del arte, filólogos, arabistas y juristas en torno a seminarios de investigación se convirtió en un ejemplo de organización de las investigaciones históricas en el panorama internacional, gracias a la flexibilidad de sus estructuras y al saber hacer de su líder intelectual, y director por muchos años, D. Ramón Menéndez Pidal, secundado en su labor por un brillante conjunto de colaboradores y aliados. En ese grupo de humanistas destacaron desde el principio hasta el final del funcionamiento del Centro de Estudios Históricos el historiador del arte y arqueólogo Manuel Gómez-Moreno, y los filólogos Américo Castro y Tomás Navarro Tomás.
Gracias a la movilización de considerables esfuerzos individuales y colectivos el Centro de Estudios Históricos se convirtió en una productiva fábrica de textos señeros de la historiografía española, en la que además se editaban en tiempos de la Segunda República una media docena de revistas de alta calidad científica: Revista de Filología Española, Archivo Español de Arte y Arqueología, Anuario de Historia del Derecho Español, Índice Literario, Emerita, y Tierra Firme. Sus investigadores procuraron asimismo transferir sus resultados científicos a la ciudadanía, insertándose en los diferentes niveles del sistema educativo, organizando la enseñanza del español para extranjeros o participando activamente en las Misiones Pedagógicas, organizadas por la Segunda República.